Es bastante pequeño, las últimas observaciones indican que mide unos 270 metros, pero el asteroide Apofis podría causar una catástrofe de grandes proporciones y ha conseguido galvanizar los esfuerzos de científicos e ingenieros de muchos países para defender la Tierra de las amenazas que vienen del espacio.
Oyéndolos en el Congreso de Defensa Planetaria que ha reunido a 180 de ellos en Granada, puede parecer que se preparan para una guerra: hablan de amenazas, de que hay muchos enemigos ahí fuera y de la necesidad de que los humanos tomen conciencia del riesgo continuo a que están sometidos. Pero básicamente dejan constancia del nacimiento y rápido desarrollo de una nueva área de investigación, especialmente adecuada para la cooperación internacional, que busca su lugar entre las ciencias espaciales. El astronauta español Pedro Duque lo dice claramente: "Es una nueva era, el riesgo es real y ahora es medible y tenemos la tecnología para detectarlo e intentar evitar sus consecuencias".
Por encargo del Congreso de EE UU, la NASA ha intentado detectar los asteroides potencialmente peligrosos (que se acercan a la Tierra) de más de un kilómetro de diámetro y, tras 10 años, da la labor prácticamente por terminada. Ahora, los expertos señalan que llega la hora de detectar los mayores de 140 metros que, como el Apofis (el único de los más de 1.000 asteroides potencialmente peligrosos detectados que presenta un riesgo apreciable de impacto), pueden hacer también mucho daño. Sin embargo, Don Yeomans, encargado del tema en la NASA, explica que hay poco dinero para hacerlo y que es necesaria la cooperación internacional. De la misma opinión son el astrofísico Rafael Rodrigo, presidente del CSIC, y Jean-Michel Contant, de la Academia Internacional de Astronáutica, también presentes en el congreso.
El Apofis está ahora demasiado cerca del Sol para ser observado. Según Jon Giorgini, del Jet Propulsion Laboratory, las observaciones ópticas podrán reanudarse a finales de 2010 y las de radar en 2013, pero es muy posible que no se pueda saber la probabilidad de impacto para 2036 hasta que llegue en 2029, cuando será visible desde la Tierra sin instrumentos. Para entonces se conocerá su masa, su velocidad de rotación, su forma y sus características térmicas y luego se podrá evaluar la influencia en su trayectoria de su paso por la Tierra. Queda mucho tiempo, y cambios físicos muy pequeños pueden producir cambios muy grandes en el rumbo, recuerda Giorgini.
Prever acercamientos peligrosos como el de Apofis es sólo el primer paso. Los expertos señalan la necesidad de tener preparadas misiones espaciales para intentar desviar los asteroides. Están divididos sobre la conveniencia de utilizar la energía nuclear, pero es una opción.
"Hay tres tipos de misiones posibles, siempre para empujar el asteroide y desviarlo, no para romperlo, que sería todavía peor", explica Duque. Son una explosión nuclear cercana, un vehículo que le empuje (tractor gravitatorio) y un impacto directo. De este último tipo es el Proyecto Don Quijote, de la ESA, aún sin financiación.
En Deimos, la empresa española que concibió el Don Quijote, están adaptándolo para mandar un orbitador a Apofis, una sonda que se acercara y se pusiera en órbita alrededor de él, para poder conocer bien su trayectoria y otras características. "Podría salir en 2015 y llegar en 2017", explica el responsable, Juan Luis Cano. Si la ESA aprobara la misión, sería de demostración tecnológica más que científica, y tendría que tener un coste bajo. Por ahora no fluye el dinero que los expertos espaciales consideran que sería necesario, pero esperan que, a medida que se acerque la aproximación del Apofis, aumente la conciencia social y política y se puedan hacer incluso misiones de demostración a otros asteroides no peligrosos. Lo malo es que sea demasiado tarde. También para eso se preparan los científicos. Calculan las consecuencias de los impactos de asteroides de distintos tamaños, y concluyen que incluso uno pequeño (entre 30 y 50 metros de diámetro, como el de Tunguska) podría destruir una ciudad, pero que si alguno de mayor tamaño cae en el océano, el tsunami resultante tendría consecuencias mucho peores.
Fuente: El Pais
Oyéndolos en el Congreso de Defensa Planetaria que ha reunido a 180 de ellos en Granada, puede parecer que se preparan para una guerra: hablan de amenazas, de que hay muchos enemigos ahí fuera y de la necesidad de que los humanos tomen conciencia del riesgo continuo a que están sometidos. Pero básicamente dejan constancia del nacimiento y rápido desarrollo de una nueva área de investigación, especialmente adecuada para la cooperación internacional, que busca su lugar entre las ciencias espaciales. El astronauta español Pedro Duque lo dice claramente: "Es una nueva era, el riesgo es real y ahora es medible y tenemos la tecnología para detectarlo e intentar evitar sus consecuencias".
Por encargo del Congreso de EE UU, la NASA ha intentado detectar los asteroides potencialmente peligrosos (que se acercan a la Tierra) de más de un kilómetro de diámetro y, tras 10 años, da la labor prácticamente por terminada. Ahora, los expertos señalan que llega la hora de detectar los mayores de 140 metros que, como el Apofis (el único de los más de 1.000 asteroides potencialmente peligrosos detectados que presenta un riesgo apreciable de impacto), pueden hacer también mucho daño. Sin embargo, Don Yeomans, encargado del tema en la NASA, explica que hay poco dinero para hacerlo y que es necesaria la cooperación internacional. De la misma opinión son el astrofísico Rafael Rodrigo, presidente del CSIC, y Jean-Michel Contant, de la Academia Internacional de Astronáutica, también presentes en el congreso.
El Apofis está ahora demasiado cerca del Sol para ser observado. Según Jon Giorgini, del Jet Propulsion Laboratory, las observaciones ópticas podrán reanudarse a finales de 2010 y las de radar en 2013, pero es muy posible que no se pueda saber la probabilidad de impacto para 2036 hasta que llegue en 2029, cuando será visible desde la Tierra sin instrumentos. Para entonces se conocerá su masa, su velocidad de rotación, su forma y sus características térmicas y luego se podrá evaluar la influencia en su trayectoria de su paso por la Tierra. Queda mucho tiempo, y cambios físicos muy pequeños pueden producir cambios muy grandes en el rumbo, recuerda Giorgini.
Prever acercamientos peligrosos como el de Apofis es sólo el primer paso. Los expertos señalan la necesidad de tener preparadas misiones espaciales para intentar desviar los asteroides. Están divididos sobre la conveniencia de utilizar la energía nuclear, pero es una opción.
"Hay tres tipos de misiones posibles, siempre para empujar el asteroide y desviarlo, no para romperlo, que sería todavía peor", explica Duque. Son una explosión nuclear cercana, un vehículo que le empuje (tractor gravitatorio) y un impacto directo. De este último tipo es el Proyecto Don Quijote, de la ESA, aún sin financiación.
En Deimos, la empresa española que concibió el Don Quijote, están adaptándolo para mandar un orbitador a Apofis, una sonda que se acercara y se pusiera en órbita alrededor de él, para poder conocer bien su trayectoria y otras características. "Podría salir en 2015 y llegar en 2017", explica el responsable, Juan Luis Cano. Si la ESA aprobara la misión, sería de demostración tecnológica más que científica, y tendría que tener un coste bajo. Por ahora no fluye el dinero que los expertos espaciales consideran que sería necesario, pero esperan que, a medida que se acerque la aproximación del Apofis, aumente la conciencia social y política y se puedan hacer incluso misiones de demostración a otros asteroides no peligrosos. Lo malo es que sea demasiado tarde. También para eso se preparan los científicos. Calculan las consecuencias de los impactos de asteroides de distintos tamaños, y concluyen que incluso uno pequeño (entre 30 y 50 metros de diámetro, como el de Tunguska) podría destruir una ciudad, pero que si alguno de mayor tamaño cae en el océano, el tsunami resultante tendría consecuencias mucho peores.
Fuente: El Pais
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